domingo, 13 de junio de 2010

Razones para ser escéptico

Una vez le oí comentar a alguien muy querido para mí que el problema de las nuevas generaciones era la especialización. Según su opinión, el capitalismo había deterrado corrientes humanistas tan importantes como la filosofía, totalmente improductiva, y había convertido a los estudiantes en personas preparadas para conseguir dinero y trabajo en este mundo tan competitivo. El problema de esta necesidad de destacar y especializarse para poder sobrevivir en la gran selva que es el mundo laboral es que no han surgido grandes pensadores que propongan un sistema económico alternativo al que existe. Si en algo destacó la primera mitad del siglo XX, además de por las grandes transformaciones que causaron las Guerras Mundiales, fue en el hecho de querer aplicar teorías filosófico-económicas alternativas al capitalismo imperante. Que éstas fueran viables o no, que fueran bien o mal aplicadas no quita que en su momento hubiera gente dispuesta a creer en que tal vez no existía una sola manera de hacer las cosas. Cuando el caso Padilla transformó la utopía en desilusión, el mundo occidental no se recuperó, y nadie ha propuesto seriamente algo distinto. En estos momentos en los que la banca controla todo desde el comunismo hasta el capitalismo, y todos nos endeudamos como parte del engranaje, me gustaría ver surgir a los supervivientes del sistema, a pequeños grandes filósofos que nos aporten otra vez la ilusión de que es posible vivir de otra forma y acabar con este escepticismo que nos corroe. Sólo pido una cosa, que esté basado en el sentido común y tenga en cuenta las debilidades del ser humano, fallos de toda utopía.

miércoles, 9 de junio de 2010

Huelga de funcionarios

No soy yo la persona que defienda la complicada burocracia de este país. He vivido en lugares donde los trámites y papeleos se solucionan tan rápido que uno siempre piensa que ha habido un error. Esta imagen del funcionario que difundió Larra en su conocido artículo "Vuelva usted mañana", que se caricaturizó el "Las doce pruebas de Astérix" y que todos hemos sufrido en nuestras carnes es sólo la de unos pocos miembros de la función pública. He vivido siempre rodeada de funcionarios que no sólo no tenían tiempo de desayunar dos veces sino ni de una siquiera. En el mismo saco parece que encontramos a profesores, policías, médicos, enfermeras y demás personas que se dedican a su trabajo por vocación y que creen en el trabajo público no por sus ventajas (que ya vemos que no siempre las tiene) sino porque han elegido no trabajar para producir o para lucrarse, han elegido trabajar para el estado que somos todos, es decir, para los demás. El problema no es la imagen que tiene la sociedad del funcionario, el verdadero quid de la cuestión es el desconocimiento del verdadero trabajo que hacen estas personas, de los estereotipos que se han formado sobre estas profesiones y de la manipulación de los medios de comunicación sobre las condiciones a veces muy precarias de estos trabajadores. Y se convoca una huelga, un día en el que hay que parar de trabajar y en el que en nada influirá sobre el gobierno porque los únicos que sufren las huelgas son los propios ciudadanos. La falta de asistencia a la huelga no ha sido por no querer protestar ante unas medidas que son pan para hoy y hambre para mañana, sino por darle una bofetada en la cara a la mayoría de sindicatos. La gente ya no cree, la convocatoria de estas huelgas son ridículas y ¿cuál sería la alternativa? ¿Encerrarse en los colegios para no permitir la entrada a los niños en un mes? ¿No atender en los hospitales? ¿No acudir a las emergencias? Volvemos a ver que los perjudicados siempre son los mismos, hay que cambiar la forma de protesta tipo Mayo del 68 y probar con las armas que tenemos a nuestro alcance: presión social a través de las herramientas de comunicación.